Continuando con el homenaje a Marc Augé, repasaremos hoy su emblemática obra «Elogio de la bicicleta».
Influencia directa en el sector ciclista de la Arquitectura TriArch,
donde su enfoque en la autonomía y la comunidad se recogen dentro de la Sala TriArch.
Nuestro pequeño rincón dedicado al ciclismo, como metáfora del movimiento y la preparación, se convierte en un espacio donde los ciclistas encuentran la esencia misma de la bicicleta: libertad, comunidad y una promesa de un futuro mejor.
DEP
Explorando el Elogio de la Bicicleta y su resonancia en la Sala TriArch: un vínculo entre autonomía, utopía y preparación.
Marc Augé, el renombrado antropólogo marxista, plasmó un elogio poético a la bicicleta en su obra El elogio de la Bicicleta.
En ella, Augé exalta la bicicleta como un símbolo de autonomía y libertad, encapsulando la experiencia de escapar, moverse y descubrir.
La bicicleta, en su primer pedaleo, despierta una nueva forma de ser y estar.
En esos instantes iniciales, la libertad es tangible, el horizonte limitado se expande y el cuerpo se fusiona con la máquina en un ballet de movimiento y deseo.
Augé nos transporta a ese «nuevo yo» que surge en cada trayecto.

Esta idea de comunidad, inherente a la bicicleta, encuentra un resonante eco en la Sala TriArch, ese espacio en nuestras viviendas donde el triatlón cobra vida.
La Sala TriArch, con sus tres disciplinas deportivas -natación, ciclismo y carrera a pie- y las dos transiciones -T1 y T2- que las unen y separan al mismo tiempo, se convierte en un «No Lugar» en el que se mezclan y desdibujan las fronteras entre las tres modalidades; entre las partes del cuerpo que nadan, pedalean y corren.

En medio de este espacio, encontramos un rodillo o bicicleta estática, aparentemente un objeto inmóvil, pero en realidad un entrenador silente.
Aunque su giro no nos lleva a un destino físico, nos conduce a un lugar en nuestro interior, un lugar donde se moldea la resiliencia, la fuerza y la resistencia mental.
Este punto de pedaleo estático es un preparativo, un eco anticipado de los días en que los triatletas se enfrentarán al camino abierto, a la brisa en la piel y a la naturaleza en su máxima expresión.

La Sala TriArch, al igual que la bicicleta, es un espacio de autodescubrimiento.
Cuando un triatleta accede a ese espacio, se adentra en un lugar que aún no está definido, donde el potencial se despliega.
La dualidad de la bicicleta como extensión del cuerpo humano y de la ciudad se refleja en la Sala TriArch como el vínculo entre el deportista y su entrenamiento.

El ciclismo en el triatlón se conecta intrínsecamente con la bicicleta.
Es un segmento donde el triatleta vuela sobre dos ruedas, desafiando la resistencia del viento y la resistencia interna.
Aquí, en la Sala TriArch, la bicicleta cobra un nuevo significado.
Se convierte en la herramienta-visagra que transporta al deportista desde la natación inicial hasta la carrera a pie final que decidirá la prueba; con el ciclismo como un punto central que requiere equilibrio, resistencia y estrategia.

La bicicleta, como Augé sugiere, es una promesa de felicidad.
La Sala TriArch, en su fusión de disciplinas y autodescubrimiento, también lleva consigo esa promesa.
Cada triatleta que se adentra en ese espacio se embarca en un viaje, en un lugar o no-lugar donde la realidad se fusiona con la utopía.
Como la bicicleta, este espacio se convierte en el lenguaje que teje comunidad y crea lazos entre deportistas.

En un mundo donde las ciudades corren hacia la velocidad y el individualismo, la bicicleta y la Sala TriArch son recordatorios de la tracción corporal, la ligereza y la comunidad.
La bicicleta enseña a estar en armonía con el tiempo y el espacio y la Sala TriArch ofrece un «reducto» para explorar esa armonía en medio del entrenamiento y el autoconocimiento.

La bicicleta es más que un medio de transporte; es una filosofía de vida.
Del mismo modo, la Sala TriArch es más que un espacio de entrenamiento; es un escenario donde los triatletas se sumergen en su potencial, exploran sus límites y tejen vínculos silenciosos.
La bicicleta y la Sala TriArch son los vínculos entre lo personal y lo colectivo, entre la libertad y la comunidad, entre el presente y la utopía del futuro.

